Resulta muy curioso que una polémica decisión de Unai Emery en la primera jornada, la entrada del canterano Luismi como pivote defensivo ante un Valencia con diez que lo agradeció hasta empatar en un rebote, haya resultado decisiva para esa cuarta plaza. Y más que ese pequeño borrón táctico -dentro de un excelso trabajo del vasco, vaya por delante- han sido las carencias defensivas, los pocos efectivos de garantías los que privan al Sevilla de haber sido incluso tercero: 45 goles encajados por los 32 del Valencia (un punto más que los sevillistas) o los 29 del Atlético (sólo dos puntos más). Ayer, en La Rosaleda, el Sevilla volvió a sufrir atrás en su puesta en escena. Pero su capacidad ofensiva, otra vez, pesó más.