El fútbol es una lengua mundial, hablada por millones y millones de personas, pero que solo comprenden los elegidos. Hay muchos futbolistas que juegan a la pelota todos los domingos. Pero que son incapaces de comprender el idioma con el que se ganan la vida. Lo chapurrean, manejan algunos conceptos de su sintaxis, pero la más de las veces lo atropellan, dándole puntapiés a un idioma hermoso, versátil, lírico y, como cualquier lengua, capaz de expresar todas las emociones del hombre. Cuando Carlos Alberto Pintinho abandonó Brasil tras trece años en el Flu, llegó a Sevilla y se entendió maravillosamente con tres canteranos sevillistas que hablaban el mismo idioma: Enrique Montero, Antonio Álvarez y Francisco López Alfaro.
