El Sevilla tiene los dos pies en los cuartos de final. Amarró el pase en la fría y desangelada noche de Palma de Mallorca, donde el equipo de Míchel apabulló a un rival muerto y que casi se había entregado desde la convocatoria inicial de Joaquín Caparrós, mucho más preocupado por otras cuitas que por esta Copa que puede ofrecer un magnífico asidero para los nervionenses. En apenas 25 minutos, el Sevilla convirtió en un mero trámite un partido que parecía un entrenamiento de alto nivel con algo de público.