Es verdad que el sevillista anda desconcertado. El Sevilla de Montella lo mismo ilusiona que decepciona. De acariciar una machada a digerir una humillación, otra más. No sabe el aficionado si echarle la culpa a la planificación -el trabajo de Óscar Arias en esta faceta está muy en entredicho desde prácticamente el mes de julio- o a la insistencia del entrenador en un mismo bloque, lo que ha impedido que los resultados hayan llegado a un nivel de continuidad sin el que los objetivos son muy difíciles de alcanzar, por no decir imposibles.