Los dos Sevillas de Pablo Machín salieron a escena en Mendizorroza y pasó lo de siempre, o casi siempre. Que el timorato, el que no tiene físico por dentro y que se mueve con sus jugadores clave fuera de sitio por mucho que el soriano se empeñe en experimentar, acabó superado por un equipo intenso, físico y dominador en los duelos como el Alavés. Y que el que va de verdad, el que juega en la disposición mágica que Machín ideó una mañana en el Ciutat de Valencia y en el que Banega organiza desde atrás y el Mudo en zona de tres cuartos, encuentra los mecanismos que lo han llevado a ser líder. Porque son éstos y no otros los que tienen al Sevilla con 27 puntos. Ni salir con la primera línea de presión casi en campo propio (como hizo en Anoeta), ni iniciar el juego con fútbol directo, ni empotrar a Banega donde choca con todos los gorilas del rival, ni encomendarle el pasillo central a un jugador sin piernas como Roque Mesa… le dan nada al Sevilla. Ha quedado demostrado.