Beto no acostumbra a hacer mucho ruido en el vestuario. Se entrena, habla con algunos de sus compañeros y se marcha a su casa de Condequinto. Es la tónica general de un meta, el del equipo nervionense, que el sábado por la noche se convirtió en el gran protagonista de la noche al cometer, como él mismo dijo, un «gravísimo error» que provocó la derrota de su equipo ante el Celta de Vigo. Se marchó del estadio Sánchez-Pizjuán tremendamente enfadado (consigo mismo), apenas charló de la jugada con los defensas al llegar al hotel y no puso paños calientes para valorar con aquel que intentaba animarlo lo que había ocurrido. La había fastidiado. Y bien.