Juan Antonio fue ayer al Sánchez-Pizjuán por primera vez en la temporada. Ocho años de edad, otros tantos de socio, y demasiadas lágrimas derramadas jornada tras jornada por no poder ver a su equipo, únicamente por la tele y siempre que no haya colegio al día siguiente. Paco, su padre, no sabe ya cómo explicarle que eso depende de un señor de Madrid y que no siempre se puede jugar un domingo a las cinco de la tarde.