En el minuto 91, De Gea ni movió el pie para sacarle un tímido disparo en un mano a mano clarísimo. Habría sido la guinda de la explosión sin nervios. Una empachera dulce como cuando uno coge de la caja ese pionono que ya no entra y luego produce los ardores propios del exceso de azúcar. Ben Yedder prefirió escribir la historia con los renglones torcidos que siguió desde que empezó en el fútbol sala hasta llegar a la cumbre de Old Trafford. Contra el poder de Lukaku, la ratonería de Ben Yedder, que parecía reñido con el fútbol a campo abierto de Vincenzo Montella, que pedía cinismo, mala uva. Replicó a su ostracismo con dos goles y un pase histórico a cuartos de final de la Liga de Campeones.
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