Era habitual que los hermanos Vázquez, Nicolás, al que sus amigos le pusieron el apodo de Mudo; Fede, el mediano, y Franco, el sevillista y el que adoptó el apodo de Mudo por su parecido y carácter introvertido con el mayor, tomaran un balón en su casa y se pasaran horas y horas jugando hasta creer que algún día celebrarían juntos éxitos en el fútbol de élite. Sólo lo consiguió Franco. En Belgrano, el club que lo aupó al escaparate en 2007 tras debutar con el primer equipo, el mediapunta aceleró con sólo 18 años su madurez y empezó a soñar con los sueños de sus hermanos.