La historia de Antonio Luque, aquel canterano rebelde que rechazó el contrato profesional que le ofrecieron en Nervión, se marchó al Inter de Milán y que tuvo que volver al negarse el Sevilla a mandar el tránsfer y denunciar el caso ante la Comisión de Transferencias de la UEFA, puede acabar en el Xerez después de su peregrinar por el Pilas, equipo de su pueblo en donde estuvo entrenando, y el Uniao Dezembro, un modesto club portugués que pretendía ser puente hacia el que parecía que iba a ser su destino final, el Levante.