A ver, esto se me antoja tan chocante como algunas preguntas quisquillosas que te hacían de pequeño, sólo ante el peligro de la tía materna que, con una sonrisa perversa, se interesaba delante de tus mayores: dime ¿tú a quien quieres más: a papá o a mamá? Y no entendías nada. Porque amabas tanto a tu padre como a tu madre. Y no veías la hora de evitar una pregunta tan insidiosa y a favor de parte. Si yo entonces hubiera conocido a Sampaoli y sus mejores citas le hubiera dicho a mi tía, desde la pureza del amateurismo infantil, aquello de: tita, no escucho y sigo. Con Monchi, con mi querido y admirado Monchi, me está pasando algo parecido. Porque, de un tiempo a esta parte, desde que empezó a irse para quedarse o a quedarse para irse, no recibo nada más que ofertas tan indecentes como aquella pregunta de la infancia: a quién quiere más Monchi ¿al Sevilla o a su ambición?