A ver quién es capaz de encontrarle una explicación racional al fútbol. Un equipo muerto, en profunda crisis, sin atisbo de solución. Una institución bombardeada desde fuera, y salpicada de presuntos escándalos que salen desde dentro, con la sensación de ir a la deriva. Un director deportivo cuestionado por una planificación con importantes lagunas. Unos jugadores muy por debajo de su rendimiento, con aptitudes puestas en entredicho y sin la más mínima actitud en el campo. Un vestuario sobre el que corren rumores de todo tipo y presunta división interna. Una afición crispada, enfadada con razón y temiendo el hundimiento de un grande de Europa tras más de una década de gloria. Y un entrenador recién llegado desde Italia que no habla castellano y que, hasta el triunfo ante el Atlético de Madrid, parecía no haberse enterado de la película.