La gran esperanza es que a todos estos, poderosos ingleses e italianos, hay que verlos todavía en el Sánchez-Pizjuán, un templo atípico en el Viejo Continente que rezuma por los cuatro costados una presión ambiental que no se compra con dinero. Su gente no tiene precio. Y cuando a esta gente le tocan su orgullo…