Ese paragüero lleva en su tela de plata los reflejos de la luz de mayo, la alegría sureña de un autobús llamado deseo sevillista, las palmas y los cantos de los guardianes de Nervión, los tifos panorámicos de los Biris y el latido anhelante, eufórico y extasiado de una afición que pisa segura el suelo con paso de vencedores. ¡Niño, esa Copa!