La virtud del oro molido es que la proverbial ductilidad del rey de los metales preciosos se sublima y da lustre para rematar miniaturas o darles brillo a las más finas orfebrerías. Los siete goles de Andre Silva en las siete primeras jornadas de Liga, al margen de tenerlo en lo alto de la tabla de goleadores, ratifican el acierto del Sevilla en buscarle acomodo en España tras su frustrada experiencia en Italia. Pero el portugués es mucho más que esos siete goles. En Éibar no sólo sumó un tanto más a su cuenta, sino que le dio el punto justo de verticalidad y profundidad al ataque del Sevilla, dinamizándolo, con su capacidad para controlar, buscar el apoyo, darse la vuelta y encontrar al compañero mejor posicionado. No sólo es un goleador, es un delantero organizador.
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