El Sevilla de Lopetegui, el de mayor imbatibilidad de la historia (sólo ocho derrotas en 46 partidos oficiales), sufrió anoche de lo lindo pero no defraudó ante el Eibar. Aprovechó una ocasión tan clave como propicia. Con mucho empaque y personalidad. El paso fue de gigante, casi definitivo en la lucha por sellar el pasaporte a la próxima edición de la Liga de Campeones. Costó lo suyo. Sangre y sudor. Con un final más propio de un thriller psicológico de Hitchcock, como lo definió el propio Lopetegui, que de un partido de fútbol. Porque este Sevilla que nunca se rinde acabó perdiendo a Vaclik por una preocupante lesión de rodilla, con todos los cambios realizados y con el superhéroe Ocampos, autor del único gol del partido, enfundándose los guantes para terminar haciendo la parada salvadora del encuentro en el tiempo añadido.