Con este panorama, es lógico que en el Sevilla preocupe la situación de Escudé, Guarente, Romaric y Acosta. El problema no es que haya que buscarles acomodo por ahí habida cuenta de que no tienen sitio en el equipo de Míchel, sino que, para colmo, sus nóminas, firmadas cuando la entidad de Nervión tocaba las estrellas, ganaba títulos y no podía imaginarse que un día iniciaría una silenciosa decadencia que ha resultado en la realidad presente, les cuestan al club unos ocho millones al año. Son fichas de equipo de Liga de Campeones, pero cuatro crudas «hipotecas» para este Sevilla de hoy que, incluso, se ha caído hasta de los puestos europeos. Ya no se trata de ganar dinero, sino de perder el mínimo posible.