Hacía bastante frío. Apenas quedaban cinco días para que llegara el mes de diciembre. Y 21 futbolistas, desde el terreno de juego, tuvieron el «privilegio» de asistir a una de las mayores obras de arte en Nervión. Corría el minuto 55 y José Antonio Reyes, héroe de la tarde, cogió el balón en el centro del campo y se marchó y se marchó… La acción apenas duraría unos segundos, el tiempo suficiente para que el utrerano se llevara el balón hasta la portería del Valladolid y lo dejara allí plantado. Los aficionados sacaron los pañuelos y los futbolistas rivales se quedaron perplejos con lo sucedido. Hoy, once años después, los propios protagonistas lo recuerdan.