Para una afición con gusto por los extremos, que quizá sólo entiende de si su equipo gana o pierde, todo se complica cuando entra en escena la dicotomía de ganar jugando mal o perder jugando bien. La cuestión aquí es tener claro qué es jugar bien y qué es jugar mal. ¿Quién mide eso? El partido del Sevilla fue infame en el aspecto ofensivo, incapaces los de Emery de generar ocasiones de gol en juego combinativo a un rival que huele a Segunda y que es el más goleado de la categoría (58 tantos en contra), pero también hay que poner en la balanza el déficit defensivo que tanto se le había criticado al técnico por su incapacidad para equilibrar este concepto del juego tan importante como el atacante.