A la primera oportunidad ha podido demostrar que no ha perdido su instinto. Que su fórmula, la que se permite telegrafiar por Youtube, no vale de nada (o casi) sin que el ojo clínico de quien detecta como nadie las necesidades esté afinado. Con dos meses conviviendo con la anterior plantilla, sacó su rotulador rojo para poner más rayas que el cuaderno de un niño de tres años. Cambió la plantilla a su gusto y al de un entrenador al que nadie quería. No pasa nada por reconocerlo. Hasta al propio Monchi le costaba justificar en público las razones. Eran puramente futbolísticas. La ojana de otros asuntos, que también maneja con soltura, las dejó correr. ‘Ya hablaremos cuando termine el año’, pensaría. Y ya tiene a su Sevilla en Champions. Y con Lopetegui como bandera del proyecto. En serio ¿cuándo te enamoraste del Sevilla?