El sevillismo debe estar feliz por ver el partido que ayer hizo su equipo en el Vicente Calderón. Vale que el resultado pudo ser otro si no llega a ser por alguna pérdida de balón absurda y la manitis de la defensa blanca, pero la afición sevillista vibró anoche con su equipo como no lo hacía hace tiempo y debe estar feliz porque el equipo ha recuperado esa intensidad y competitividad que no mostraba hace tiempo y que tenía a la afición muy mosqueada, desesperada y pensando ya casi en lo peor que se puede uno imaginar en esto del fútbol.