Seis años después se fue entre lágrimas, aplausos, ante tres copas de la Europa League y con un reconocimiento unánime no ya a la calidad futbolística en la que confió Monchi para reflotarlo, sino a su calidad humana. Banega prometió una despedida a lo grande. Y vaya si lo fue. No es un hombre de golpe en el pecho y sí de meter la pierna, a veces con mala uva, cuando se le tuercen los cables. Porque Éver es humano en una dimensión auténtica, para lo excelso y para la rabia. Un corazón indomable que ni él pudo contener cuando las lágrimas asaltaron su discurso de despedida. «Quería darte las gracias por todo lo que nos has dado al club. Has sido grandísimo como persona y en lo futbolístico hemos aprendido muchísimo de ti», dijo Navas sobre Banega, cuya huella trasciende lo que dejó en el césped del Ramón Sánchez-Pizjuán. ForÉver Banega fue el mensaje institucional de su adiós. Quién lo hubiera dicho en aquel lejano agosto de 2014…