El hincha, esa constante china en el zapato del fútbol moderno, vive momentos de zozobra. Lo que le faltaba a su delicada relación con la industria, que no con el balón, era una situación de pandemia generalizada. El papel del hincha en este mundo ha ido evolucionando tanto en los últimos años que ya poco tiene que ver con el que desempeñaban sus padres. O, sin ir más lejos, cualquiera a finales del siglo pasado o principios de este. En muchas ocasiones los cambios introducidos deben ser aplaudidos o, cuanto menos, no repudiados. Pero, en general, nos encontramos en la actualidad con un hincha forzado a la despersonalización, infantilizado, fabricado en serie. Y a un fútbol, por tanto, carente cada vez más de espíritu y pureza.