Pablo Sarabia tiene al Sevilla con las orejas tiesas y el ceño fruncido. El futbolista madrileño, cuyos números alcanza ningún jugador español, sabe muy bien que el fútbol es cuestión de rachas y la suya ha crecido como la espuma del mejor champán. Entra en la última temporada de su contrato (finaliza en 2020) y su cláusula de rescisión es accesible (18 millones). El pesimismo se pasea por las aceras de Nervión. Sarabia tiene sellada su boca, pero su futuro se asoma lejos de Sevilla. Quizás París, tal vez el Calcio o la Premier. Monchi no quiere arrojar la toalla, pero sabe que el asunto se tiñe cada vez más oscuro. Monchi trata por todos los medios de que Sarabia (su agente), al menos se siente a negociar y escuche las últimas ideas, tales como seguir al menos un año más en el Sevilla, ganar un dinero importante (el que más en el plantel) y subir la cláusula hasta una cifra acorde con su categoría. De momento, agua. Parece ser que el barco de Sarabia ha virado de rumbo en las últimas semanas y se aleja peligrosamente del Sánchez Pizjuán.