Orgulloso de su equipo tanto como de su arte, el imaginero sevillano Luis Álvarez Duarte desafió a los que le encargaron el que ahora llaman en Buenos Aires Cristo de los Futbolistas, y decidió guardarle en el corazón un escudo del Betis, el suyo, para que empatara al del Sevilla, que habían exigido los exjugadores nervionenses Scotta y Bertoni. Hasta Argentina llegó, metida en cajón de sastre, la fe enmarañada más que repartida de una ciudad que confunde sus colores futboleros con los de los Cristos y Vírgenes que procesionan en la Pascua sevillana.