Tanto criticar a la prensa de intentar provocar inestabilidad dudando de la planificación en verano y las caretas se caen precisamente dos días antes de la primera final del proyecto. No podrá culpar esta vez Pepe Castro a ningún periodista de echarle al público encima y animarlo a pitar al palco en la previa de un partido. Esta vez puede que el desprecio y el abucheo, de los más sonoros que se hayan podido escuchar en setenta años en el Ramón Sánchez-Pizjuán, se lo hayan ganado por méritos propios los rectores de esta entidad ellos solitos con sus actos, sus engaños y también, por qué no, su cobardía.