Nadie se acuerda ya del apocalíptico panorama que se avecinaba en la portería del Sevilla cuando las lesiones de Beto y Barbosa dejaban la exigente portería blanquirroja en manos de un chaval de 20 años, sin experiencia alguna en el primer equipo y, mucho menos, en Primera división o en Europa. Sin embargo, el mundo no se acabó ahí. Ni mucho menos. Es más, la prueba de que el canterano (lleva desde los siete años en el club) responde es la normalidad con la que el sevillismo recibió la segunda baja del meta luso, hace mes y medio.