Dice un entrañable amigo sevillista que esa afición no necesita que le defiendan, ni que la escriban, porque para eso están ellos y que se bastan y sobran. Cuando le vea, aprovecharé para darle un gran abrazo, para reírnos con alguna anécdota del Maestro Araújo y cuando nos sentemos a comer, le diré algo que no paro de repetir en este mundo que se ha vuelto loco: no existe un mayor fracasado que el que se pasa la vida llamando fracasados a los demás. Hablar de fracaso mientras uno se refugia en la pasión, es comprensible. Eso sí, como a uno le pagan por contar la realidad y no por apasionarse, conviene tener claro que si medio planeta futbolístico mataría por haber fracasado como lo está haciendo este Sevilla Fútbol Club en los últimos tres lustros. El amor es ciego. Los vecinos, no.