El sevillista debe escribir su carta sin miramientos, sin temor a ser reprendido, sin recelo a pecar de exigente, sin miedo a no ser saciado. Y sí, sin memoria, aunque sea durante un instante. Un central por si se lesiona alguien. Un lateral derecho por lo que le pudiera pasar a Jesús Navas. Un Ocampos por la izquierda. Y un delantero que marque goles. O dos. Sí, mejor dos. La carta se escribirá en serie en todos los hogares de sevillistas, obligados a ser más que nunca esos niños que cada Navidad desplazan la memoria comprensiva en favor de la ilusión insaciable, de la imaginación. Qué importa si Monchi, Castro y Cruz ya hicieran de Reyes Magos (he dicho tres, ¿no?) en verano, dejando como resultado un equipo con aroma a incienso y mirra y que por ahora brilla como el oro.