Sin embargo, el entrenamiento dejó una escena que ni fue casual ni debe pasar desapercibida. Míchel, tras unas primeras palabras con todo el grupo sobre el césped, y antes de que comenzara el trabajo, mantuvo unas breves palabras en solitario con Palop. Sólo habló el entrenador; el portero se limitó a escuchar. Fueron escasos segundos, pero muy significativos, pues aún siguen coleando los hechos acontecidos en la pasada temporada, en la que tanto Marcelino como Míchel acabaron decepcionados –aunque ninguno lo reconocería abiertamente– por algunos actos del guardameta.