Llegó a Nervión en 2016 sin hacer ruido, bajo un desembolso pequeño y un año difícil que culminó con un descenso a la Segunda con el Getafe. Hoy es uno de esos jugadores llamados fundamentales en un equipo: rebosante en compromiso, en espíritu de club y trabajador incansable. Y bueno. Es el chico para todo en el Sevilla y a sus 25 años es uno de los jugadores con mayor cotización y proyección. Tanta, que Pablo Sarabia (Madrid, 1992) tiene en vilo al sevillismo por el precio que tiene fijado en su contrato: sólo 18 millones. Una cantidad que a medida que crece su fútbol se hace todavía más exigua.