El Sánchez Pizjuán acogió el 8 de julio de 1982 uno de los partidos más intensos y dramáticos de la historia.
La chispeante Francia de Platini rozó la final, pero se dejó remontar un 1-3 en la prórroga.
Por primera vez, el pase a la final se decidió en la tanda de penaltis, donde brilló la figura de Schumacher, el extravagante portero alemán.