La satisfacción es una cuestión de prismas. Y dentro de ese frente encontrado entre los tecnicismos y el fútbol desde dentro y los hinchas, en Rumanía se dio un contraste frontal entre la plena satisfacción de Julen Lopetegui, según dijo en su análisis posterior, y el desapego más o menos generalizado por el juego del Sevilla. Este equipo, de momento, tiene poco tirón. El último partido en casa fue un buen ejemplo de ese desapego creciente entre el fútbol de Lopetegui y sus aficionados. Pocas veces sonó tan desvaído, tan desentonado y descompasado el Himno del Centenario en el otrora fortín de Nervión. Y no se trata ya de la cantidad de puntos que volaron del Ramón Sánchez-Pizjuán, sino de la poca fe con la que el aficionado acude cada domingo a ver, o intentar ver, fútbol. O al menos, el fútbol que él espera desde su cándida visión del deporte rey. Lopetegui realizó un discurso autocomplaciente del partido del Sevilla en Rumanía entre críticas de una afición que se va desapegando.