Como diría alguno, el fútbol no es coger un huevo y echarlo a freír. Mucho menos en una plantilla que cambia, de media, de diez a doce jugadores de una temporada a otra. El Sevilla de Emery, llevando a remolque su lastrado rendimiento fuera de casa, se acerca a su estilo de juego más eficaz, con unas características bien marcadas, cuando el calendario va llegando a febrero. Después de recibir no pocas críticas y -también- lidiar con una seria plaga de lesiones, las sensaciones más claras parecen llegar ahora. La exhibición en la Copa ante el Betis ha desatado la euforia, pero la cimentación del modelo ha llegado con la seguridad con la que el equipo se emplea como local.