Juegan el Mia San Mia (nosotros somos nosotros), ese grito de pertenencia y sobre todo determinación del Bayern, contra el Nunca se Rinde con el que el Sevilla convierte sus finales en un pequeño Sánchez Pizjuán. Budapest acoge esta noche una Supercopa de pronóstico desigual que enfrenta a dos entidades modélicas. A escala gigante el Bayern, capaz de sostener su mastodóntica estructura mediante un carácter muy bávaro, poco internacional, y con recursos básicamente autóctonos. Menos faraónica, pero tan propia y especial, es la personalidad de este Sevilla que construyeron los fichajes de Monchi en dos etapas, inaugurada la segunda con más plata para las vitrinas, otra vez, y cuyo estado de gloria pretende alargar derrotando a un club siempre fiero que estos días de goleadas comienza a parecerse a Godzilla.