A estas alturas a nadie le debe pillar por sorpresa. Monchi, Del Nido, quizá algo menos Míchel porque como quien dice acaba de llegar…, saben bien cómo es esta ciudad en la que la euforia da paso a la decepción y viceversa en el tiempo de un chasquear de dedos. Del optimismo al pesimismo, del pesimimismo al ilusionante acto de frotarse las manos, de una valoración fatalista sobre un futbolista «que no vale» al extremo opuesto por dos simples detalles en un amistoso.