Montella obtuvo una vida extra de la reunión del consejo del pasado martes. Pero nada hizo por rebelarse ante su negro destino. Reincidió en sus planteamientos, en su apocada dirección desde el banquillo. En un Sandro por Nolito en el minuto 59, cuando el decorado volvía a emular al Thriller de Michael Jackson y los jugadores del Sevilla, como en el Wanda, antes en Riazor o antes en tantos y tantos partidos, habían mutado en once entregados a su suerte. Once zombis y un fantasma, esta vez en chándal, en el área técnica. Como para que los niños sevillistas no lloren como hicieron en Madrid.