Dijo en una ocasión el coordinador de la cantera del Sevilla, Pablo Blanco, que faltaban decepciones para tratar de entender qué es lo que estaba haciendo el equipo sevillista en la última década. Aunque apuntó, también, y tratando de no despertar nunca del éxtasis, que ya habría tiempo para digerir los éxitos. No le falta razón. Por un lado, y por otro. Vivirlo es una cosa y asimilarlo, otra. Hoy, justo once años del gol que cambió la historia del conjunto nervionense con el tanto que hizo el siempre recordado Antonio Puerta al Schalke 04 en la UEFA, parece más que complicado citar de corrillo cada una de las finales disputadas, cada una de las infinitas alegrías de un sevillismo que se ha acostumbrado a ser muy grande.
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