¿qué hace uno en estos casos? Para un equipo como el Sevilla, que no acostumbra a vivir finales todos los años, tener que competir en dos citas con exigencias y con sólo cuatro o cinco días de descanso supone un ejercicio de selección bastante complejo. En este caso confluyen dos objetivos muy distintos, casi incompatibles, pero los dos igual de importantes para el sevillista de a pie y, también, para el que será evaluado por su gestión cuando todo acabe y en el suelo del vestuario sólo queden las botellas vacías de agua mineral, trozos de vendas y esparadrapos y varias medias rotas por alguna suela de tacos en el fragor de la batalla.