Ni una mala noche, nefasta, para olvidar… como la que vivió el sevillismo en mayo en el Wanda Metropolitano en la final de la pasada edición es capaz de enterrar la ilusión que esta competición despierta en el sevillismo, la que más alegrías junto con la Europa League le ha dado en la última década, larga ya, de la profusa historia de la entidad. Vuelve el subcampeón –sí, porque el Sevilla lo es– a la Copa del Rey y los corazones se empiezan a acelerar. Quizá todavía no demasiado, pero sí en cuanto pasen eliminatorias y el cuadro se vaya aclarando. Y si la pasada campaña con Vincenzo Montella este torneo supuso una montaña rusa de emociones, como el paso en general del italiano por el club, en la presente con un técnico coherente y cabal como Pablo Machín las ilusiones se han renovado.
