El sevillismo parece haber aprendido a convivir con los altibajos de su equipo. Ha aprendido a entender su comportamiento, sus caprichos, sus desconexiones, sus días más orgásmicos y también sus momentos de entrada a los bajos fondos. La experiencia dice que en casa toca dar la cara y que fuera es el día de brazos caídos. Lo sabe y lo entiende porque, además, presidente y entrenador, día sí y día no, se lo recuerdan en el penoso ejercicio de buscar explicaciones y soluciones a este cíclico sube y baja.